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Gran cantidad de textos, artículos e hilos están inundando medios y redes sociales tratando de aportar diferentes puntos de vista acerca del impacto que el COVID-19 está dejando en nuestra sociedad. Si la sociedad ya contaba con un importante número de grandes retos sociales, desde hace unas semanas la lista se ha visto incrementada y agravada sustancialmente. A pesar de que muchos de nosotros quizás estemos sufriendo las consecuencias de un continuo estado de sobreinformación, me gustaría exponer algunas reflexiones sobre un tema recurrente en los últimos días, la sostenibilidad.
Es innegable que uno de los pocos favorecidos de esta situación es el medioambiente, la obligatoria caída de la actividad económica por las distintas medidas impuestas globalmente para tratar de frenar la pandemia, ha tenido algunas consecuencias positivas en este sentido. Imágenes del cielo de algunas grandes ciudades sin su ya habitual boina de contaminación o datos que muestran los bajos niveles de concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera han aparecido con cierta reiteración en los medios durante estos últimos días. Aunque evidentemente esto pueda ser positivo, solo demuestra algo sobre lo que teníamos cierta certeza, que la actividad humana en general, y la económica en particular, son la principal causa de los problemas medioambientales que está sufriendo nuestro planeta. En los delicados momentos que vivimos, sacar estas conclusiones parece un poco frívolo, pero no hay que dejar de lado que nuestros malos hábitos medioambientales están íntimamente relacionados con varios miles de fallecimientos cada año.
Si hablamos de sostenibilidad empresarial, las cosas cambian y mucho. En primer lugar, porque tratar de sacar conclusiones medioambientales positivas en este sentido parece un poco arriesgado ya que si por algo destaca la sostenibilidad es justamente por tratar de buscar un equilibrio satisfactorio para todas las partes involucradas, y está claro que las vertientes sociales y económicas no están teniendo la misma suerte que la medioambiental. En otras palabras, la sostenibilidad plantea hacer las cosas mejor, no dejar de hacer unas cosas para poder hacer otras. Las empresas tienen que ser capaces de aportar un impacto positivo en la sociedad, cuidando y protegiendo su relación con el medioambiente, pero sin descuidar la búsqueda de la competitividad y la creación de valor.
Diferentes propuestas, a nivel particular e institucional, animan a aprovechar este momento para virar nuestro actual modelo económico hacia la sostenibilidad. Por ejemplo, numerosos gobiernos, empresas y agentes sociales europeos han firmado el manifiesto Green Recovery que anima a que los esfuerzos institucionales en busca de la recuperación vayan encarados hacia un nuevo modelo económico más resistente, más protector y más inclusivo. Ahora bien, ¿es correcto aprovechar esta crisis como punto de inflexión para que las empresas que no lo hayan hecho todavía inicien un importante proceso de transformación hacia la sostenibilidad? Desde mi punto de vista la respuesta es claramente sí, pero con algunos matices en el establecimiento de prioridades y su horizonte temporal. La prioridad en el corto plazo debe ser la búsqueda de la normalidad económica. Es importante aunar esfuerzos entre los distintos agentes involucrados para que la evolución de los datos macroeconómicos se acerque lo máximo posible a un dibujo con esa ansiada forma de “V”, es decir, que la recuperación se consiga en un periodo similar al del hundimiento económico global que ha supuesto el COVID-19. Sin embargo, si hablamos del medio plazo, las conclusiones que podemos extraer de estos difíciles momentos pueden ser bien diferentes. Por un lado, muchas empresas no van a ser capaces de volver a esa normalidad e incluso algunas se perderán por el camino, aquí la sostenibilidad puede ser una oportunidad, actuando de palanca hacia una transformación sustancial y obligatoria para las mismas. Por otro lado, este shock, aunque en un primer momento pueda parecer que va a frenar los esfuerzos ya iniciados, tiene que servir para reforzar la idea de que hay que anticiparse al colapso global y dejar de tomar decisiones ateniéndonos exclusivamente a las consecuencias económicas cortoplacistas. La sostenibilidad tiene que ser una parte más de la planificación estratégica de la empresa, que debe ser capaz de encajar todas las piezas de este puzle sin dejar ninguna fuera.
Las lecciones que ofrece esta crisis no solo refuerzan la necesidad de este cambio, nos sugieren que la empresa está preparada y tiene capacidad para afrontarlo. Hemos sido testigos de cómo la empresa ha sido capaz de adaptarse en tiempo récord para tratar de aliviar el impacto negativo del virus en la sociedad. Adaptaciones de procesos productivos y/o colaboración empresarial para la fabricación de material sanitario, cesión de cadenas de suministro para la llegada de ese material a los hospitales o la prestación de servicios o cesión de espacios para las personas afectadas, son algunos de los muchos ejemplos que refuerzan la idea de que empresa y sostenibilidad también pueden ir de la mano con éxito. Aquí la empresa ha puesto de manifiesto sus capacidades de I+D e innovación, su apuesta por impactar positivamente en la sociedad, que la colaboración entre distintos agentes es posible y todo ello con excelentes niveles de rapidez y flexibilidad. Todos estos conceptos han sido relacionados con cierta asiduidad y englobados dentro de lo que se ha llamado eco-innovación empresarial, y para muchos es una de las mejores vías para incorporar la sostenibilidad a la empresa sin perder la senda de la competitividad y la creación de valor. Aunque en este caso todas estas medidas no avalen un retorno económico en el corto plazo, el éxito o la supervivencia de estas empresas en el largo plazo está garantizada. No solo por esa imagen o reputación empresarial, que sin duda sale reforzada de esta crisis, sino porque han demostrado tener las capacidades necesarias para hacer frente a esa lista de grandes retos sociales. Retos que seguirán ahí cuando todo esto acabe y que serán claves en el desarrollo económico futuro, cómo lamentablemente lo está siendo este COVID-19.
Autor: Jesus Valero
Profesor del Departamento Dirección y Organización de Empresas e investigador en el Grupo de Investigación CREVALOR